Lenin: qué hizo y cómo pasó de noble a revolucionario

150 aniversario

Hace 150 años nacía el que iba a convertirse en dueño de las Rusias del zar. Así fue como se abrió paso en política

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Lenin, sentado en el centro, junto a otros defensores de la lucha obrera en una imagen de 1897.

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Si un líder personifica la Revolución Rusa, ese es Vladímir Ilich Uliánov (1870-1924), más conocido por el sobrenombre de Lenin. Importante teórico marxista, a partir de 1917 tuvo la responsabilidad de dirigir un inmenso estado. Bajo su dirección, el antiguo imperio de los zares se transformó en una república comunista. ¿Cómo fue el camino que le condujo de la clandestinidad y el exilio a la cima del poder?

Cuando ya era una figura histórica, los biógrafos aseguraron que Lenin era un apasionado de la política desde su juventud. No fue así. En el ambiente de la pequeña nobleza a la que pertenecía por nacimiento, durante sus primeros años llevó una vida tranquila, más preocupado de cuestiones literarias que de cambiar el mundo. Según el director del liceo donde cursaba su educación secundaria, era un alumno ejemplar que no provocaba dificultades.

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Los padres y hermanos de Lenin, con el futuro líder de la URSS a la derecha.

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Pero después de este período feliz iba a llegar una etapa de continuos sufrimientos y turbulencias. Tras la muerte de su padre, Lenin sufrió otro duro golpe cuando su hermano Aleksándr se unió a un grupo de estudiantes revolucionarios y se ocupó de diseñar las bombas con las que iban a atentar contra el zar Alejandro III. La policía desarticuló el plan y apresó a Aleksándr, que no tardó en ser ejecutado.

Su muerte marcó profundamente al joven Vladímir. Su radicalización política fue imparable, pero, entre las diversas opciones revolucionarias, no escogió el marxismo hasta principios de la década de 1890.

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Marineros de Kronstadt durante la rebelión de 1921.

Tenía el título de abogado, profesión que llegó a ejercer de forma intermitente. Cada vez más, sin embargo, el tiempo se le iba en actividades clandestinas. Miembro del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, Lenin se convirtió en un protagonista destacado de su división en dos bandos antagónicos. Él lideraba la facción mayoritaria, o bolchevique, defensora de un partido formado por revolucionarios profesionales a las órdenes de una dirección centralizada. La facción minoritaria, o menchevique, se inclinaba por un partido de masas.

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Vladímir Ilich Uliánov a los 17 años, en 1887, año en que fue ejecutado su hermano.

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Los bolcheviques defendían, pues, una militancia política basada en la estricta disciplina. Al menos, sobre el papel. En la práctica, cada vez que una decisión contrariaba sus deseos, Lenin hacía oídos sordos. Prefería que sus seguidores encabezaran una escisión antes que obedecer consignas que juzgaba equivocadas. Estaba convencido de que la calidad debía imponerse a la cantidad: mejor ser pocos y convencidos y que muchos sin la necesaria firmeza doctrinal.

De la élite al proletariado

Se movió, en un principio, en círculos intelectuales. Su futura esposa, Nadezhda Krúpskaya, le ayudó a conocer cómo vivían los trabajadores. Se dedicó a estudiar a fondo sus problemas para así facilitar su labor de propaganda. Su oposición al zarismo le costaría un largo destierro a Siberia, entre 1897 y 1900.

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Para sus admiradores, era un líder lúcido y decidido. Sus detractores, en cambio, le veían como un tipo dogmático y autoritario. Con el paso del tiempo, su intransigencia se agudizó más y más, hasta el punto de romper en diversas ocasiones con viejos compañeros por discrepancias ideológicas. La “libertad de crítica”, según manifestó en el panfleto ¿Qué hacer? (1902), no era más que un pretexto para introducir dentro del socialismo elementos burgueses.

Los comunistas buscaron inspiración en Lenin, retratado en innumerables ocasiones junto a Marx y Engels

Polemista temible, no dudaba en descalificar con ferocidad a sus enemigos, a los que tildaba de “oportunistas” o “filisteos”. Uno de sus grandes objetivos fue Eduard Bernstein, famoso representante de la corriente “revisionista” del socialismo. Esta tendencia sostenía que la revolución violenta no era necesaria, tampoco la dictadura del proletariado. Los trabajadores iban a mejorar su situación por métodos legales y pacíficos.

Lenin regresó a Rusia durante la revolución de 1905, pero el papel que desempeñó fue por completo marginal. Cuando la represión zarista aplastó a los rebeldes tuvo que expatriarse. En los años siguientes se dedicaría a escribir literatura política y a fortalecer la organización de los bolcheviques, hasta que finalmente estos rompieron con los mencheviques y constituyeron un partido propio.

Llega la oportunidad

El estallido de la Primera Guerra Mundial, en 1914, supuso un trauma para la izquierda europea. La mayoría de los partidos socialistas votaron los créditos de guerra para sostener el esfuerzo bélico de sus respectivos países. Para Lenin, este comportamiento suponía una terrible traición a la clase obrera. Puesto que la contienda enfrentaba a naciones imperialistas en manos de la burguesía, el proletariado no sacaba nada con apoyar a cualquiera de los bandos. Los proletarios, en lugar de enfrentarse unos con otros, debían aprovechar las circunstancias para hacer la revolución.

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Después de la abdicación del zar, Aleksándr Kérenski lideró un gobierno provisional que también acabo derribado.

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Los desastres militares acabaron por hundir al zarismo. En febrero de 1917, una revolución dejó paso al gobierno burgués de Aleksándr Kérenski. En esos momentos, Lenin estaba en Zúrich. Comprendió entonces que debía regresar a toda prisa a su país. Pero..., ¿cómo atravesar media Europa en medio la guerra?

La realpolitik fue entonces en su ayuda. Aunque la Alemania del káiser estaba lejos de simpatizar con un comunista, le proporcionó un tren para que pudiera alcanzar Rusia sin problemas. Era una jugada maestra. Sin duda, aquel agitador contribuiría a sembrar el caos en el territorio enemigo.

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Eso fue exactamente lo que sucedió, porque, para Lenin, no había más prioridad que destruir a la monarquía zarista. Si para ello había que pagar el precio de una derrota militar con pérdidas territoriales, que así fuera.

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El día después del asalto al Palacio de Invierno en San Petersburgo, Lenin se dirige a la multitud en la Plaza Roja de Moscú

Print Collector / Print Collector/Getty Images

Kérenski cometió el error de pretender continuar con la guerra a toda costa. Los comunistas, en cambio, sintonizaron con las ansias de paz de la población, cansada de un conflicto cada vez más catastrófico. En octubre, la calamitosa situación del país hizo posible que llegaran al poder tras la toma, en San Petersburgo, del Palacio de Invierno.

Rusia entraba en una nueva etapa de su historia, en medio de esperanzas mesiánicas. Se había dado el primer paso para transformar todo el planeta en un mundo sin diferencias de clase, en el que reinaría la justicia social. Para materializar este sueño, los comunistas del mundo buscaron inspiración en el pensamiento de Lenin, retratado en innumerables ocasiones junto a Marx y Engels. En aquellos momentos, los artífices del audaz experimento soviético no podían imaginar que todo iba a desmoronarse antes de que acabara el siglo.

Logo LV Este artículo se publicó en La Vanguardia el 21 de julio del 2020
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